sábado, 2 de junio de 2012

Cuando tiene gancho, poco hay que añadir

Era una mañana especial, el cielo se alzaba más alto y llamativo que nunca. Era un color azul tan intenso el que nos envolvía, que resultaba casi difícil apartar la mirada sobre algo tan puro y distinguido. El ambiente olía a estado de sorpresa continua. Nadie tomaba  la iniciativa para abrir boca; era todo tan precioso, que no queríamos romper la magia que traía consigo el paisaje. Hicimos un alto en el camino y nos paramos a contemplar; únicamente el suave balanceo de los tallos del trigo se escuchaban al compás de nuestras respiraciones, formando acordes con la melodía de la brisa campestre. Entonces, fue cuando los tres cruzamos las miradas y entendí que no hacía falta añadir nada más; ya estaba todo dicho. El camino debía seguir su ritmo continuado, esperándose destapar más sorpresas, visibles, por bien considerar.

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