miércoles, 25 de mayo de 2011

Fragmento historia para guión película sobre el 11-M

    El día amanece envuelto en dramatismo fatídico. Los padres de Jaime, aún no creen posible el hecho de que su propio hijo esté muerto y mucho menos halla sido víctima en un atentado de terrorismo en el que no debería haber estado presente. Mientras Alicia ojea los titulares de los periódicos, hace intento de probar bocado de su desayuno. Junto a ella, comparte espacio, en la cocina, con su esposo; pero la comunicación entre ellos no aflora. Ella entre hojeada y hojeada, se ve inundada por el tremendo vacío que en esos momentos llena su mente. No piensa porque no quiere estallar en pena. El padre intenta hacer amago de abrir boca. La escena se viste en un ambiente cargado de tensión en el que cualquier acción, miedo a pronunciar palabra, cualquier cosa, podría desembocar en una reacción violenta. A pesar de todo, hace intentos de abrir boca, mientras su mente busca palabras para poder dar un discurso apropiado y así poder reconfortar a su esposa.

De repente entra Gabi totalmente exaltado, rompiendo el silencio que se tañía en la cocina de su hogar. No se sabe muy bien por qué el niño estaba dando saltos enérgicos. Entonces, es cuando la madre reacciona, aun así no abre boca y se mantiene a la observa de lo que su hijo hace. El niño no abre boca en un principio y, acto seguido, empieza a tararear algo que parece ser un lema. ¿Qué sería lo que Gabi se acababa de inventar?
El lema de ETA en euskera eran las palabras que emanaban abiertamente por los labios del chiquillo. El padre pronto reconoció lo que su hijo repetía insistentemente una y otra vez. Gabi estaba furioso consigo mismo, se sentía responsable por la muerte de su hermano ya que él permitió que su hermano se ausentara del colegio aquel día. Y pensó, -“¡¿por qué no le haría más chantaje para que se olvidara de no ir a la escuela?!”.
Hasta el momento todo apuntaba a que las acusaciones iban dirigidas al grupo terrorista ETA y todo apuntaba a que el cuerpo que habían encontrado, era el de su hijo. Esta era una de las cosas que más le preocupaba a la Sra. Ventura; deseaba poder tomar en posesión el cuerpo de su hijo para poder darle un entierro digno y, lo que no quería era que el cuerpo entrara en descomposición bajo los escombros de un lugar público. Aún conservaba un pequeño halo de esperanza respecto al paradero de su hijo, quería creer que no era de él el cuerpo que había sido encontrado; sólo quería olvidar todo lo ocurrido el día anterior en el Ifema.
Esta era una familia muy religiosa, como buena familia del Opus, y el que su hijo descansara en paz era algo que entraba dentro de sus prioridades y máximas preocupaciones en aquel momento.
Gabi entra en la casa corriendo interesándose por el ruido que había sentido desde afuera. Sí, cuando vio a su madre tendida en el suelo echó a gritar y se tiró al suelo al tiempo que su espalda se deslizaba contra la pared hasta que su trasero chochó contra el frío suelo de gres de la cocina.



   El padre no daba crédito con la situación que estaba viviendo; tenía a su mujer echa polvo y a punto de desembocar en un mar de amargura. Y desde su propia objetividad, observaba que su hijo había perdido el juicio ahora que ya no tenía presente al ejemplar hermano mayor en casa, para hablarle y enseñarle “cosas de mayores”. Por fin, el cabeza de familia se decide a actuar; primero rompe su propio silencio lanzando un suspiro al aire y luego habla en tono de tranquilidad mirando al vacío, -“hijo, ¿qué es eso que vociferas? Verás… iremos a dar un paseo y hablaremos”-. El hermano menor del chaval asesinado, responde y dice haber oído esas palabras en televisión. Alicia, acto seguido, sale de su ensimismamiento y mira a su otro hijo diciendo: “dios mío, por qué nosotros, por qué esta familia, por qué”.
   Suena el teléfono, es del departamento de investigación policial. Lo coge Gabi  que sale corriendo a por el inalámbrico y ,acto seguido, le pasa el teléfono a su padre. No se sabe nada de lo que habla con la otra persona al otro lado del aparato y, tras una breve conversación que acaba en un “gracias”, el teléfono es devuelto a su sitio. Era cierto lo que el comisario Caldevilla les había comentado acerca de las investigaciones sobre la autoría de semejante grado de accidente. La familia Ventura estaría en la lista preferente para las informaciones sobre aquello pertinente al suceso trágico y aquello relacionado con la muerte de su hijo. Con fortuna, el Sr. Ventura era un hombre de gran influencia en la alta sociedad española y conocía al comisario Caldevilla, por haber trabajado para un cliente suyo.
   En las televisiones, los telediarios siguen siendo la emisión predominante en la programación de todas las cadenas. La mujer y el hombre de las noticias continúan retransmitiendo imágenes de los sucesos de la explosión y, poco a poco se van introduciendo una serie de hipótesis sobre los posibles autores, acusados, del suceso de terrorismo. Se ven imágenes de Aznar dando un discurso hablando de la postura política que el partido del PP toma ante la España vestida de luto. En su discurso con cierto tono de diplomatismo, se tiñe un vacío de contenido frente a la empatía que el pueblo español necesitaba. En cuanto a las acusaciones de la fechoría, la duda de la autoría sigue siendo un tema pendiente. La mujer del telediario, siendo objetiva comenta sobre las posibles hipótesis de quiénes podrían haber sido los acusados; entre ellas se hace mención al grupo terrorista de ETA y al grupo fundamentalista islámico responsable de los atentados en el 11 de septiembre en 2001, cuando caen las Torres Gemelas en Nueva York. Desde los sucesos de las explosiones, las investigaciones parecían apuntar cada vez más hacia la posibilidad de que los autores del acto de terrorismo fueran producto del grupo terrorista Al Qaeda.
   El diputado, José Blanco, del partido político del PSOE aparece en primer plano en las imágenes retransmitidas en la televisión, inculpando al PP por su política de pasividad ante las tragedias, y pide que se dé mas atención a las familias de las víctimas y heridos del terrorismo.
  La Sra. Ventura apaga la televisión de la cocina, cansada de tanta parafernalia y tanta tragedia y por fin pronuncia palabra dirigiéndose a su esposo en un tono dramático, cargado de profunda tristeza entremezclado con cierta carraspera y sequedad: “¡¡quién era, qué quieren de nosotros!!…¡no pienso dar un duro por esto hasta que no me digan dónde está mi hijo!”. Gabi, mientras sus padres todavía se hallaban en la cocina, espera a su padre afuera de la casa, sentado en una esquina de las escaleras a la entrada a su casa. Apático, vuelven a aparecérseles las imágenes de aquella mañana en la mente, cuando se dirigía al colegio con su hermano como cualquier otro día. No podía evitar recordar el diálogo que tuvieron entre hermanos y por qué había permitido que se marchara sin él, no podía concebirlo, no quería pensar pero, sin saber muy bien por qué, seguía analizando la situación.
  El padre, vuelve a la cocina y se dirige a su esposa, eran de la investigación policial del cuerpo de la Guardia Civil, “decían que nos enviarían a un psicólogo especialista en situaciones traumáticas para darnos apoyo. En estos momentos estaban todos concentrados en el Ifema ayudando a otras muchas familias afectadas..”. La Sra. Ventura no quería salir de casa y unirse al bullicio de gente; tener que ver a más gente sufriendo y caer en mayor pena de la que ella ya sentía en esos momentos, y mucho menos volver a sentir el agobio de toda la congregación de gente que había en el lugar. En esos momentos el único alivio que sentía eran las influencias que su marido tenía y con las que podían contar para conseguir un apoyo especial sin tener que salir al mundo real al tiempo que huía de la realidad, vestida en bata sin haber probado bocado de su tostada, con apego a su entorno hogareño que cada vez sentía más como un sitio extraño sin la presencia de su hijo.
  El padre habla con su esposa e intenta reconfortarla viendo que estaba destrozada, pero él también estaba hecho polvo. Era su hijo también. Eso le cabreaba, el tener que hacer gran esfuerzo por levantar los ánimos a lo que le quedaba de familia cuando él sentía una gran pena por dentro. Sentía que no era el momento de desahogarse y debía ser fuerte. En aquel momento, la madre cae de la silla, en la que había estado sentada aquella mañana, desplomada al suelo. No reaccionaba, el Sr. Ventura intenta reanimarla pero ella sigue sin responder. Se apresura a llenar una jarra con agua para echársela encima y ver si entraba en sí de nuevo. No, nada; no reaccionó. Ella respiraba pero ahí seguía en el suelo con los ojos cerrados sin mover un pelo.

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